lunes, 20 de octubre de 2008

Tributo



“In each of us there burns the soul of a warrior. In every generation, a few are chosen to prove it. Centuries ago, in a time of darkness and fury, that fate befell three strangers: a monk, Kung Lao; an exiled guard, Siro; and a thief, Taja, who have to defend our Earth Realm from the forces of Outworld. By fighting for their lives... by fighting for their honour [‘your soul in mine’]… and by fighting for their Realm [‘it is the burden you must carry’]. In a tournament called… Mortal Kombat”

“En cada uno de nosotros arde el alma de un guerrero. En cada generación, unos pocos son elegidos para demostrarlo. Centurias atrás, en tiempos de oscuridad y de furia, ese destino sobrevino a tres extraños: un monje, Kung Lao; un guardia desterrado, Siro; y una ladrona, Taja, quienes deben defender nuestro Reino de la Tierra de las fuerzas de Outworld. Peleando por sus vidas… peleando por su honor [‘tu alma es mía’]… y peleando por su Reino [‘es la carga que debes soportar’]. En un torneo llamado… Mortal Kombat”

---------------------

Esto es un homenaje. Un homenaje con mucho sentimiento, con mucho afecto. Quizás suene algo raro que yo esté aquí homenajeando, a diez años de su lanzamiento, a una serie como Mortal Kombat Conquest (1998) – una simple serie “de pelea”. Pero no lo es. Tengo una y mil razones para amarla. Así que a los escépticos les pido que suspendan por un momento la racionalidad o el sarcasmo; pues estoy convencido con todo mi ser de que el amor por lo fantástico y lo irreal puede ser tan fuerte como el amor por lo “existente”.

¿Por dónde empezar? Quizás contando que conocí Mortal Kombat Conquest cuando tenía más o menos 15 años. La pasaban los fines de semana a la tarde, por Warner Channel; yo la miraba mientras tomaba la leche, y muchas veces mi hermano mayor la miraba conmigo y también la disfrutaba a su manera, él, que no suele prenderse en este tipo de imaginarios. Pero la miraba, y le gustaba. Hace poco descubrí que todos los capítulos fueron subidos a Youtube (cuándo no), y comencé entonces una fascinante experiencia de regreso a lo que nunca se fue, es decir, un gozo potente y sin nostalgia: porque no volví a ver los 22 episodios de MKC como quien relee una vieja carta de alguien que ha muerto, sino que directamente entré en su dinámica de seducción y peligro, pues el tiempo en verdad no ha pasado, desde esos domingos de gloria hasta estas medianoches de gloria, frente a la Pc.

¿Y qué es MK Conquest, después de todo? Se trata de una serie basada en el conocido videojuego de pelea ‘Mortal Kombat’ y su particular mitología. Pero esta serie tuvo la gran virtud de que, tomando lo mejor del juego, se atrevió sin embargo a alterar las historias e introducir nuevos y cautivantes personajes. La serie era producida por la Warner y TNT, y en su primer año fue exitosa, pero lamentablemente (o quizás no) decidieron cancelar la segunda temporada por los elevados costos de producción. Así fue como el final de la primera temporada quedó como “el” final. Y por eso es que afirmo: quizás no fue lamentable que la serie haya sido cancelada. Pues ese final, diseñado para atrapar a los televidentes hasta el retorno de la segunda temporada, al quedar como final absoluto revaloriza toda la historia y la hace cambiar por completo de sentido – en un sentido que me encanta.

¿Y de qué se trata MKC? Se trata de las aventuras y los desafíos que debe enfrentar Kung Lao (Paolo Montalban), antiguo antepasado de Liu Kang y vencedor del último Mortal Kombat, junto a sus dos nuevos amigos, Siro (Daniel Bernhardt) y Taja (Kristanna Loken). La historia se sitúa en una época remota e indefinible – y ya veremos que la indefinición, la brumosidad y lo engañoso son la misma esencia de la serie -; Kung Lao ha ganado el último Mortal Kombat, combate legendario decretado por los Dioses Mayores (Elder Gods) para regir el destino del Reino de la Tierra. La realidad no es una, sino múltiple: numerosos Reinos paralelos coexisten en este Universo bajo la égida de los Dioses Mayores. Y algunos Reinos, ávidos de poder, conquistan y subyugan a otros. El Reino de la Tierra, lleno de energía, vibrante de vida, y punto de encrucijada hacia todos los Reinos, ciertamente es una conquista tentadora. Por eso los Dioses Mayores decretaron que sólo aquel Reino cuyos mejores guerreros lograran derrotar a los de la Tierra en Combate Mortal, tendría derecho a la conquista. Así, la Tierra tuvo asegurada una oportunidad de defensa digna y en condiciones de igualdad.

Kung Lao, pues, ha ganado el último Mortal Kombat, derrotando a Shang Tsung, hechicero predilecto de Shao Kahn, el emperador de Outworld – uno de los Reinos más vastos y poderosos de todos, forjado con los despojos de innumerables Reinos conquistados. Y la ambición de Shao Kahn es grande, siendo la Tierra su principal objetivo. Al derrotar a Shang Tsung, Kung Lao pudo haberlo matado según las reglas del Combate; pero sin embargo, este monje eligió la Piedad para su enemigo. Shang Tsung será, entonces, el primer enemigo (y también, en cierto sentido, el más leal) de una larga lista por venir.

A su regreso a la Tierra, Kung Lao debe buscar nuevos guerreros para entrenarlos y garantizar así la continuidad de la defensa de la Tierra. Él mismo no envejecerá hasta el próximo torneo, según han decretado los Dioses Mayores. Pero ahora Kung Lao piensa también en concretar sus sueños de felicidad terrena en el Reino que él mismo salvó de las garras de Outworld: entre ellos, el de casarse con su hermosa novia, Jen. Sin embargo, al pedir la mano de Jen, Kung Lao se encuentra con el primer gran obstáculo… Y al mismo tiempo, con los que serán desde entonces sus leales compañeros de lucha y discípulos: Siro y Taja. Cómo ocurre esto, se los dejo a ustedes el averiguarlo.

¿Y qué es lo que me gusta tanto de esta serie? ¿Por qué la amo con la pasión irrazonable de quien sabe que ciertos afectos, en el fondo, no pueden explicarse? Pues bien, he aquí algunas razones.
La primera de ellas es el espíritu general de la serie, lo que yo veo como su tema o esencia. Sus 22 episodios representan para mí nada más y nada menos que un gran escenario donde se juega el juego incansable del Poder, el Sexo y la Traición. Todos los personajes están atravesados por propósitos que los exceden y que los llevan a necesitar la alianza con el otro – pero siempre para destruir a un tercero. Y sin embargo, nada es seguro ni sólido; las alianzas se traicionan, los enemigos de hoy pueden ser los amigos circunstanciales del mañana. Ni en las callejuelas abigarradas de Zhu Zin, la ciudad donde residen Kung Lao y sus amigos, ni en las planicies desoladas de Outworld, ni en las cavernas resbaladizas de Zaterra, ni en los despojos esperanzados de Edenia, nada es lo que parece ser. Nunca fue menos cierto eso de que “los amigos de mis amigos son mis amigos”, o “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”. El engaño, la perfidia, la mentira y la verdad que no puede revelarse, el equilibrio siempre inestable del poder en su estado más crudo, son cuestiones que la serie expresa con un encanto fascinante.
Y por supuesto, el Sexo. El sexo siempre presente, sutil o grosero: utilizado como arma de seducción para alcanzar los propios intereses, o ejercido como brutal dominio sobre el cuerpo y la voluntad del otro. La cadena de abusos y violaciones (que nunca se muestran directamente, pero que siempre se insinúan y son aludidas) entre los diferentes personajes muestra cómo el poder y el sexo pueden ir de la mano, con resultados siniestros. Y además del sexo como arma y como humillación, las maravillosas expresiones del erotismo ostentoso que muchos personajes llevan en sí, al mejor estilo Playboy – pues la serie abreva de todos los clichés de Hollywood rescatándolos en lo que tienen de calidad, una combinación rara de virtudes, la de recurrir siempre a estereotipos conocidos, pero llevándolos a su consecución más lograda y por lo tanto, redimida – decía, recordemos solamente a Omegis, la ambiciosa, hermosa y ninfómana hechicera y antigua amante de Shang Tsung: Omegis buscó desde siempre la llave de la juventud eterna, para poder celebrar el gozo de la vida con un cuerpo siempre fresco, haciendo el amor sin marchitarse hasta el fin de los tiempos. Y sin embargo, condenada a la Inmortalidad por sus traiciones, Omegis se convierte a lo largo de la serie en alguien que desea la muerte, una verdadera Sacerdotisa de y hacia la Muerte, la puerta final a la última morada (“Can’t you feel it? It’s Death, Kung Lao, wonderful Death. Don’t fight it; embrace it, enjoy it! We’ll soon be free”). Pero nuestro tema era el sexo (es difícil no dejarse llevar por la estela de los personajes, por su voluptuosidad de carácter): recordemos entonces también a Kiri y Ankha, las dos mujeres-lagarto de Zaterra que se caen de fiesteras y lesbianas que son, tan encantadoras como por momentos insoportables en su avances juguetones. Aun Rayden, Dios del Trueno y Protector del Reino de la Tierra, quien guía a Kung Lao y sus amigos a lo largo de la serie, sucumbe ante el poder del sexo: pues en uno de los últimos capítulos, cuando el Mundo se está acabando, lo vemos borracho, conquistando a una hermosa joven, y directamente utilizando la casa de Kung Lao cual bulo porteño.


Escenas memorables: como la conversación entre Kitana y Shao Kahn en el episodio 5, "The Essence" ("You remain my daughter". "Daughter, not lover". "Obedient, I Hope". "Always, Emperor"); o como el patético gesto de la agobiada Mileena, que sucumbe al placer y olvida hasta las amenazas de Shao Kahn, con tal de sentirse amada por alguien, y de olvidar aunque sea por un momento la inmunda fealdad de su rostro.

Las intros que nos ubican en cada escenario (Zhu Zin, Outworld, las Minas de Cobalto, Zaterra, etc.), con sus músicas características. La estética recurrente que nos envuelve hasta hacernos sentir familiariazados con cada mundo. Apenas un lugar común para cada Reino, pero ese lugar común dispara la imaginación como un gatillo.

¿Qué más? Algo ya dije antes: los personajes. No sólo las actuaciones (que a mi parecer son muy buenas, justamente porque explotan bien el cliché), sino los PERSONAJES en sí. Para mí, son sublimes. La magia del estereotipo hace que cada uno condense perfectamente sus cualidades, generando espejos donde podemos vernos a nosotros en nuestras fantasías y nuestras obsesiones. Sólo puedo hacer aquí un breve recuento, pero debo y quiero decir unas líneas recordando a algunos de los personajes destacados: la ya mencionada Omegis; Reptile, el general de ojos fríos con quien sin embargo simpatizamos cuando lo vemos caminar en la cuerda floja de la doble alianza y la traición; Tomás, quizás el guerrero más poderoso de toda la serie, envuelto hasta el final en la duda de los otros, pero siempre seguro ante sí mismo (y cómo lloré con su historia, cómo se ahondó en mí entonces el sentimiento de la necesidad sin límites al ver las lágrimas de Taja, y el gesto de Rayden: un dios acariciando la mejilla desconsolada de un mortal); Quan Chi, el necromante irónico y calculador, morbosamente obsesionado con los muertos; Kitana, la hijastra infiel, apartando la mano incestuosa con gesto de acero una y otra vez; Sub-Zero, el Ninja de recuerdos prohibidos, renegado por los suyos y por el mundo, errante por la tierra como el viento sin raíces. Y claro, los “buenos”, que también llevan en sus almas la oscuridad: Taja, graciosa, franca, todo menos tonta; Siro, fuerte y valiente, y tan orgulloso como leal; Kung Lao, el piadoso, el justo, el que es responsable a ultranza, cuyas virtudes son tan fuertes como el anhelo de matanza que lleva dentro de sí y que constantemente reprime. A ellos tres, los protagonistas, unos los va queriendo a medida que los conoce.

Y, hacia el final, quiero mencionar a los personajes más grandiosos:

Un Shao Kahn excelente, interpretado como los dioses, el Emperador loco y ardiente de furia, temido por todos, cruel, despiadado, cuya desconfianza y recelo se van incrementando de a poco, en un in crescendo que conduce al paroxismo de la locura y la muerte. Shao Kahn, gritando como un demente en los pasillos de su palacio, persiguiendo con espumarajos de rencor al traidor que nunca aparece pero que debe estar ahí, en alguna parte. Una sóla palabra arde en los labios de Shao Kahn: venganza. (You will bow to me).

Kreeya, la Emperatriz, Semilla viviente que viaja ente los Reinos, versión femenina de Shao Kahn quizás, pero como un espejo invertido; Kreeya, Madre de Todas, Reina de la Colmena, seductora sutil y estratégica, dulce, fuerte y diplomática. El encanto de su promesa de bienaventuranza sólo es superado por el horror de su forma: oh, Kreeya traerá la paz perpetua a tu Reino, sí – una paz que acabará con tu raza, mejorándola infinitamente a fuerza de absorberla en la Semilla perfecta de su propia especie. La aparición de Kreeya en el episodio 16 marca un quiebre en la serie, pues introduce un nuevo eje de poder que hace peligrar el balance de Shao Kahn – a partir de Kreeya es cuando las redes de alianzas existentes, de por sí precarias, colapsan para crear redes nuevas, inestables en extremo, pero por eso también más cautivantes. (Y la frutilla del postre: Kreeya es argentina!!! Jaja, efectivamente Fabiana Udenio, la actriz que la interpreta, es nacida en Buenos Aires).

Shang Tsung, otro personajón, el hechicero de origen mortal, traidor de la Tierra, que debe robar almas para subsistir. Malvado, malvado, cruel y malvado, pero ya lo queremos de tanto verlo en sus maquinaciones. Más orgulloso que Quan Chi, pero también más astuto. Violento y definitivamente sin compasión. Humillado doblemente, ante Shao Kahn y ante Kung Lao, a quien debe su vida tanto como el castigo de se reclusión forzada en las minas de cobalto; desde su celda, maquinará mil veces la muerte de aquel a quién más odia, pero siempre con suficiente frialdad como para calcular también el beneficio neto de su venganza. Shang Tsung es ambicioso en extremo, y es el único que ha visto directamente en el alma misma del Emperador.

Y, finalmente, Vorpax. No podía sino dejar para el final al personaje más grosso de todos. La mejor de las espías, al servicio de todos, pero principalmente de sí misma. Pérfida. Inteligente. Maliciosa por demás. Sencillamente encantadora. En ella confluyen a mi juicio los motivos principales de MKC. Interpretada soberanamente por Tracy Douglas, sus escenas con su colega de prisión, Shang Tsung, son todas memorables – en ellas se conjugan el odio, la servidumbre y el sometimiento, la conspiración, y el engaño (“Then why are you here? inquiere Taja. “Deception… Self deception” responde Vorpax, y me pone la piel de gallina). Y hacia el Final, también Vorpax revelará facetas insospechadas… Y aun más encantadoras, si se le puede pedir algo así.

Y todo esto en una trama que se va desarrollando cada vez con más coherencia, anudando cabos, hasta llegar al Final… un final que no contaré, claro. Sólo diré que a lo largo de la historia, cuando los acontecimientos se precipitan, cuando ya nadie, ni quiera los Dioses, saben qué sucederá en el futuro, uno se compenetra, y corre con los personajes y teme con ellos, calcula las encrucijadas con ellos y con ellos se pregunta ¿en quién confiar ahora?

Un final que nos deja planteada la cuestión: ¿Qué es Verdadero Poder?Que cada uno responda según su agrado. Rebels, plotters, and spies.


Omegis camina por el bosque brumoso, sola, como presintiendo la liberación que ansía.

Y yo también me retiro por el momento. Si alguien llegó hasta aquí, felicitaciones. Sólo me queda dejar esta puerta… hacia el comienzo de la aventura:

http://www.youtube.com/view_play_list?p=8C05CBB970237E41

sábado, 4 de octubre de 2008

Pequeña semblanza arbitraria y parcial de G.W. Leibniz (Guille para sus amigos), a partir de algunos extractos de sus textos



LEIBNIZ, MARKETINERO:
“Al ser el Ensayo sobre el Entendimiento, escrito por un ilustre inglés, una de las obras mejores y más estimadas hoy en día, […] creí que se trataba de una buena oportunidad para publicar algo bajo el título de Nuevos Ensayos sobre el Entendimiento, consiguiendo así una acogida favorable para mis pensamientos, al ponerlos en tan buena compañía.”
Nuevos Ensayos, Prefacio
LEIBNIZ, CHANTÚN:
“Así, pues, me inclino a creer que en el fondo su modo de pensar sobre dicho punto no es diferente del mío, o mejor dicho del sentido común […]”
Nuevos Ensayos, Prefacio

LEIBNIZ, DEVOTO:
“No puedo menos que admirar la piedad modesta de nuestro célebre autor, el cual reconoce que Dios puede actuar más allá de cuanto podamos entender, […]
Nuevos Ensayos, Prefacio

LEIBNIZ, HOMBRE DE SOLUCIONES:
“Esta distinción entre lo que es natural y explicable y lo que es inexplicable y milagroso soluciona todas las dificultades […]”
Nuevos Ensayos, Prefacio

LEIBNIZ, EL JUSTO:
Filaletes. – Si los principios generales fuesen innatos, deberían mostrarse con mucha mayor nitidez en el espíritu de determinadas personas en las cuales no encontramos la más mínima huella; me refiero a los niños, los idiotas y los salvajes […]
Teófilo. – […] Los principios generales innatos no aparecen sino gracias a la atención que se les presta, pero esas personas apenas la tienen, o bien la utilizan en otras cosas. […] Sería muy poco justo que las luces más vivas fuesen a brillar mejor en los espíritus que menos las merecen y que están envueltos en nubes más espesas. No me gustaría, Filaletes, que se concediese un honor excesivo a la ignorancia y a la barbarie, cuando se es tan sabio como lo sois vos y vuestro eminente autor; sería rebajar los dones divinos.”
Nuevos Ensayos, Libro I, 1.

LEIBNIZ, HUMILDE HUMANISTA:
“Pero el conocimiento de las verdades necesarias y eternas es el que nos distingue de los simples animales y nos hace tener la Razón y las Ciencias […]”
Monadología, 29

LEIBNIZ, TODO UN PROGRE:
“En fin, bajo este gobierno perfecto [i.e. el de Dios] no habrá ninguna buena Acción sin recompensa, ni ninguna mala sin castigo; y todo deberá revertir en el bien de los buenos, es decir, de aquellos que no se hallan descontentos en este gran Estado […]”
Monadología, 90

LEIBNIZ, DELATOR:
“Confieso que la opinión contraria me parece extremadamente peligrosa y muy próxima a la de los últimos innovadores, cuya opinión es que la belleza del universo y la bondad que atribuimos a las obras de Dios, no son más que quimeras de los hombres que conciben a Dios a su manera.”
Discurso de Metafísica, 2

LEIBNIZ, NEGADOR DE QUE LOS HOMBRES CONCIBAN A DIOS A SU MANERA:
“Esto es lo que hace que los Espíritus [i.e., los hombres] sean capaces de entrar en una Manera de Sociedad con Dios, y que Él es con respecto a ellos, no solamente lo que es un inventor con relación a su Máquina (como lo es Dios en relación con las otras criaturas), sino también lo que es un Príncipe con respecto a sus súbditos, o un padre con respecto a sus hijos.”
Monadología, 84